CCCCH

Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad

 

 

 

 

El Amasijo

La Columna de John Argerich

 

 

 

BRINDANDO POR NO LLORAR

(Donde se habla del revire estacional)

 

Por: John Argerich

 

 

 

La Navidad, o “las navidades”, como se decía antes, es una fiesta que me produce alergia. Hueca sin remedio, aunque la tradición cristiana memore el nacimiento de un heroico redentor. Y lo afirmo con cierta solvencia, pues me leí de cabo a rabo el mamotreto bíblico. Extensa y confusa obra que  no dice ni medio sobre cuándo nació el personaje. Quien, por ser analfabeto, mal hubiera dejado un relato autobiográfico capaz de interesar al lector. Y los grandes historiadores de la antigüedad ni siquiera lo nombran. ¿Otra mito? La curiosidad, madre de todo avance intelectual, me carcomía la azotea.

-¿Serán globos de los curas? –le pregunté al Tachito Pedernera, un sabio apellidado como el jugador, que para en los boliches de Plaza Once.

-¡Despertá, cartón! –dijo éste, con cierto desdén por mi ignorancia.

Y después de mirar alrededor, más que nada para asegurarse que no hubiera ningún evangelista iracundo a tiro, prosiguió:

-¡Los catacumberos aprovecharon la volada, nomás! En Roma, después del 20 de diciembre,  celebraban la llegada del equinoccio de invierno. A esa ocasión le decían “fiestas sturninas”, y era costumbre tirar manteca al techo. La gente se visitaba llevando regalos, y la joda era muy popular. Asociar tanta garufa al fundador del nuevo credo, fue una pegada de relaciones públicas.

-¿Entonces, la Navidad es un plagio, che?

-¡Ni más ni menos, pierrot! Y la estableció por decreto un papa llmado Liberio, en el año 354.

-¿Entonces los arbolitos son otro globo?

-Eso es un balurdo antiquísimo, rescatado por Lutero para romperle los cocos al Vaticano. Y los hicieron verdes porque…

-¡Dale, che! Mirá si iban a ser rayados, como la camiseta del equipo internacional…

El Tachito me miró de arriba a abajo, y sin responder una parola a mi comentario, siguió la cháchara.

-Sea como fuere, los pinitos se convirtieron en emblema consumista. ¿Te imaginás una Navidad sin que los giles se hipotequen hasta el gañote, para hacer regalos?

-La verdad, que no.

-¿Sabés por qué? Yo te la voy a batir clarete. El fato es un revire, pero las tradiciones populares  tienen más peso que la justa razón.

-Diste en la tecla, otra vez… ¿Será el modo de producción?

-No sé, pero el puntaje arremete contra los escaparates mosca en mano, para desangrarse sin nada concreto que celebrar.

-Ahora me estás haciendo sentir medio chitrulo, yo que siempre aportaba con mi paquetito la noche del 24.

-¿Medio chitrulo, decís? ¡Chitrulo y medio, más mejor! Porque el vivo vive del zonzo, y en este mundo cane, alguien lleva siempre las de ganar.

-Oia, mi dió… ¿La puta burguesía, decís?

-¿Quién, si no? Dificulto que vaya a forrarse el pobre laburante. ¡Le llenan la azotea con Santa Claus and Company, para dejarlo en pelotas después de Nochebuena! ¿No viste los avisos que dan por televisión?

-¡Linda trenza para cazar salames, mamita querida!

-¡Res non verba, pebete! Pero por suerte ahora muchos grasas se están apiolando, aunque todavía estamos lejos de terminar con este camelo. Si lo rumiás toda la noche te sube la presión, te sube.

Y en ese momento pasaron dos señoras gordas, cargadas de bagayos. Su contenido es imaginable, en estas fechas. Muñecos, corbatas, juegos de destreza, sidra, un turroncito, y el infaltable pan dulce hecho al estilo tradicional.

-…entonces el hermano de María Eugenia, ése que afila con la Liliana Spadavecchia, me dijo que se iba a Montevideo para pasar las fiestas… -monotemática de cualquier diciembre en Buenos Aires.

Nosotros pusimos cara de circunstancias, pero al ratito, mi compañero de aventuras dijo sottovoce:

-¡Pobres jovatas! Mirá cómo van echando los bofes, cargadas de porquerías… Un esfuerzo digno me mejor causa, ¿ no?

-¡La pucha, que me da ganas de moquear, cuando lo pienso, che!

-¿Qué le vas a hacer? ¡Hay que educar al soberano, decía Sarmiento! Pero de tanta charla se hizo medio tarde. Basta de filosofía ahora, y vamos a tomar unas copas, que es malo despedir el año en cortocircuito...

-¡Dale espuela, Leguizamo!

Y entramos en un ruidoso piringundín. Sudando, con tanta porquería encima. Porque rebeldes somos todos, pero a la hora de prender el arbolito, mandan los valores con que te lavaron el coco durante la niñez.

-¿Me compraste muchas cosas lindas, papá?

-¿Y a mí?

-¿Y a mí?

La patrona con los ojos brillantes, pidiendo guerra para después del brindis. Y yo, que soy marxista hereditario, hereje impúdico, y hombre de principios, tuve mi renuncio estacional. Levanté la copa llena de sidra, y sin pensarlo mucho más, exclamé como un reblán:

-¡Feliz Navidad!

 

 

THE END

 

 

Copyright:  John Argerich, 2002

 

La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor:

john-argerich@telia.com

 

La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.

 

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