CCCCH

Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad

 

 

 

 

El Amasijo

La Columna de John Argerich

 

ROMANCE DE CARNAVAL 
(Donde se habla de amor, odio y otras cretinadas) 

Por: John Argerich



-¡Ha llegado el canaval! –dijo, contentísimo, un asesor.
-Esa fiesta es ajena a nuestro estilo de vida… -repuso el presidente- Asunto de sudamericanos, nada más. 
-En Italia lo celebran muchísimo, contaba la nona… – comentó un agente de la CIA, apellidado Spadolfini. 
-¿Han visto? –contestó el líder- Ya les decía yo, que ese asunto del carnaval es cosa de sudamericanos. 
-Pero Italia está en Europa, Excelencia…
-¿Qué?
-Que Italia está en Europa.
-¡No me diga, general!
-Aquí tengo la Enciclopedia Larouse.
-Los libros extranjeros me gustan poco. Mire la Enciclopedia Americana, que es más de confianza.
-A ver…inteligencia… interrupción…intestino grueso… ¡Italia!, ¡Italia!…¡Ya lo encontré, señor!
-¿Y qué dice? 
-Dice que está en Europa.
-No se puede aceptar cualquier dato sin confirmación oficial… ¡Llame a la Secretaría de Estado, para ver si es cierto!
Al ratito sonaba el teléfono en la oficina contigua.
-Hable…
-¿Collin?
-Yes.
-Decime, negro, ¿vos sabés dónde queda Italia?
-Esperá, que miro en el mapa. Lo tenía señalando a Irak.
-A ese país lo conozco por la tele.
-Italia está en Europa, o sea a la izquierda de Bagdad, señor.
-¿A la izquierda de Bagdad?
-Si.
-Entonces ha vuelto la guerra fría. ¡Europa en manos de los comunistas! –repuso, consternado, el presidente- ¡Cada día un nuevo desastre!
-¡Pero Irak e Italia no tienen nada que ver con ese bodrio! –intentó explicar el asesor presidencial para asuntos culturales- Yo estaba hablando del carnaval.
-Las grandes maniobras políticas se descubren siempre por casualidad. –repuso el presidente, con la intuición que lo ha hecho famoso- Yo ya les veía miraditas sospechosas a esos europeos, en la última reunión del Consejo. No se puede confiar en nadie, che…
-La verdad, que no –dijo Condolezza Reece, cruzando unas gambas bestiales.
-¿Y qué hacemos, entonces?
-¿Cuántos infantes de marina sin trabajo, nos quedan?
-Somos una nación amante de la paz. Tenemos solamente tres millones y medio de “marines” bajo bandera, jefe.
-Entonces empezaremos invadiendo Europa, para asegurarnos su voto en la ONU.
-¿Qué país ocupamos primero?
-Los que joden.
-¿Italia no?
-Si, porque si está a la izquierda de Bagdad, es peligrosa. 
-¿Y después?
-Después la Argentina, así matamos dos pájaros de un tiro. Esos tipos siempre andan hinchando las pelotas, con sus problemas.
-Perdón, presidente, pero la Argentina está en Sudamérica.
-¿No son italianos los argentinos?
-Parecen italianos por la forma de hablar, y su alimentación a base de pizza con muzzarella, pero la verdad es que no. Los argentinos no son italianos.
-¿Qué son, entonces? 
-Argentinos.
-¡Ah, claro! Ya me parecía… 
-Es que el mapamundi se ha vuelto muy complicado, con tanto enredo.
-Dígamelo a mi, que cuando me dijeron que perdía las elecciones en Florida, pensé pedirle una mano a Fidel Castro. Cualquiera se equivoca, ¿no?
Todos se miraron en silencio, solidarios con el presidente. Mientras tanto, por los ventanales del Salón Oval se veía el cielo de Washington, oscureciéndose en la noche helada, al salir las estrellas de su letargo. El jefe del Estado miró su Rolex con transmisor de radio, y en el rostro curtido por los vientos de Texas desdibujóse el destello de una sonrisa fugaz. Luego su mirada profunda se posó en las revistas de historietas que tenía sobre el escritorio. Allí se daban cita todos los ídolos: Superman, Batman, el Agente X-9, y hasta 007, que aunque no sea americano, también es bueno, por ser inglés. Gente de confianza, o sea una barrita para brindar apoyo e inspiración en los momentos de prueba.
-¿Y a Vd. le parece que ahora los líderes extranjeros andan borrachos, con esa historia del carnaval? –preguntó Bush. 
-Si, señor presidente. Fuera del Papa y del presidente de Corea del Norte, que son abstemios, estos días no queda sobrio ni uno.
-¡Entonces éste es el momento de actuar! Que nuestros soldados se disfracen de mascaritas, para confundirlos. ¡Y será hasta la victoria!
-¡Viva el imperialismo! –gritaban los presentes, locos de alegría, mientras se ponían sombreritos de colores y simulaban tirar tiros al aire, con los dedos imitando pistolas. 
-¡Qué equipo de colaboradores!- dijo el presidente.
-¡Conquistaremos el mundo! –canturreaban unos.
-¡Nuestra bandera no tendrá lugar para más estrellas! –decían otros.
-¡Hasta en Australia mascarán chicles! –exclamó, emocionado un asesor.
-¿Dónde queda éso? –quiso saber el líder, ansioso siempre por incorporar nuevos conocimientos a su amplia ilustración.
-A la izquierda de Nueva Zelanda.
-¡Malditos bolches! –rugió.
Y ya se hubiera ordenado un ataque simultáneo contra todos los países sospechos del mundo, de no haber sonado unos golpes en la puerta del salón.
-Bueeenas… –dijo una voz gangosa.
-¿Qué se le ofrece, buen hombre? –demandó un bondadoso sheriff.
-Traigo uno mensaje de Saddam Hussein, para la presidente.
-¿Ese señor que tiene Italia a la izquierda?
-Yes –repuso el mensajero, en su mejor inglés- Si Vd. mira la mapa, verá clarito dónde estamos nosotros. Al derecha de Europa, don Bush.
Entonces el presidente vio las cosas con otra óptica.
-Siendo así, defendemos la misma causa. La libre empresa, el estilo americano de vida, el baseball, y la democracia universal…
-Eso dice la libro del Corán, si lo interpretan bien.
-¡Casi nos equivocamos, y lo hacemos bolsa al pobre Hussein! -exclamó Bush, agarrándose la cabeza con ambas manos- Pídanle disculpas, y llamen al FMI para que le de unos pesos, así se queda tranqui. 
-¡Esto hay que celebrando con linda festichola, baisano!
-¿En Washington o en Bagdad?
-En París mejor, que tienen el Follies Bergere, con unas marujas de órdago mostrando la panza –dijo un ministro.
-¿Y dónde queda París?
-A la izquierda de Italia.
-¡Izquierdistas de mierda! –dijo Bush- Ya los vamos a arreglar…
Así nació el romance secreto Washington-Bagdad, que de hacerse público, quizás sorprenda al mundo. Pero como el corazón humano nunca se sabe para qué lado palpita, los amigos de hoy, pueden reventarse a garrotazos mañana mismo. Cuestión de dormir con los dedos cruzados, ¿no? 

 

 

 

THE END

 

 

Copyright:  John Argerich, 2002

 

La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor:

john-argerich@telia.com

 

La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.

 

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