Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad
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El Amasijo La
Columna de John Argerich ¡VIVA EL FONDO MONETARIO
INTERNACIONAL! (Donde se habla del milagro
salvador) Por: John Argerich
-¡No
te presto un carajo! –dijo una voz fría, con acento agringado, en el
teléfono. -Pero
che… -contestó el presidente- Tomátelo con menos fanatismo, que me estás
haciendo quedar como el culo acá, y a la final la guita tampoco es tuya. -Ya
te dije que no, entendéme bien. No es asunto personal, pero si no la
cuido, me rajan. -Te
deposito la cometa en Ginebra, como la vez pasada. -¿De
dónde vas a sacar la guita para el viaje, si después de arreglar acá,
en el Banco Central no quedan más que papeles pintados? -Puedo
pagar con la tarjeta de Visa… -Esperá
que verifico el saldo. Pasaron
unos segundos, antes de recibir respuesta del FBI. -“Saldo
cubierto”, dice el informe. -Le
pido a Bush que me haga de garante. -No
te da un mango, porque es amigo de Menem. -Entonces
le pido a Aznar. -Está
ocupado limpiando el petróleo del Prestige, por falta de voluntarios. Los
de Greenpeace, se sacaron fotos, y después de una semana, rajaron de
vuelta a casa. -¡Gallegos
de mierda… justo cuando me hacía falta una mano! -Tendrás
que arreglarte sin mosca fresca, che. Pero formá puntual, o te mandamos
los marines. -No
me queda más remedio que esperar un milagro, para salvar la Nación. -Ponéle
una vela a San Genaro. -De
santos europeos no quiero saber nada, con la poca bola que nos dan. -La
virgencita de Apipé, entonces. -Hay
que rezarle en guaraní, y la lingüística no es mi fuerte. -Vos
no tenés más que inconvenientes, pibe. Bancátela como se te cante,
entonces. Chau, y que te vaya bien. -Buenas
tardes –repuso el presidente, con voz sombría. Y
cuando la secretaria del FMI cortó, hizo un corte de manga, y dijo en voz
baja, para que no lo oyeran desde Washington: -Naifa
mal parida…¡Andá por la sombra, andá! -¿Y
ahora qué hacemos? –preguntó doña Chiche, que cebaba mate, con la
desazón pintada en el rostro. -Los
ministros no dan pie con bola, y si llamo a los gobernadores, me piden
guita. El Banco Central amenaza con declararse en huelga…¡Está fulera
la cosa, che! -Llamála
de vuelta a Anne Krueger, y ofrecéle alguna cosita en prenda. -Tenés
razón, querida, la llamo ya. Instantes
después, sonaba el teléfono satelital en un amplio y moderno despacho de
la capital yanki. -Fondo
Monetario Iternacional –contestó una voz. -Hola
¿Puedo hablar con doña Anita? -
De parte de quién? -Es
el presidente de la Argentina. -Disculpe,
pero está con el masajista, y tengo órdenes de interrumpirla solamente
si hay alguna llamada importante.
Intente comunicarse de nuevo mañana. Después
se oyó un “click” y el mandatario dijo: -Mecachendié. Y
como en este mundo no hay secretos, cuando en la Rosada supieron que el
presi hablaba con Washinton, empezaron a caer al despacho los
colaboradores de máxima confianza. Todos los hermanos, tres cuñados,
doce primos, las señoras de los primos, cuatro tíos, un compadre,
correligionarios fieles, y los amigos de la infancia. O sea , sesenta y
dos personas, acompañadas de secretarios y asesores privados. -Esta
guacha me cagó –dijo el primer mandatario- Pero por suerte no estoy
solo. -¡Claro
que no! –repuso la concurrencia, acá estamos nosotros para aplaudirte,
Negro. -¿Un
consejito, tal vez? -Y
un pariente medio rubión, con pinta de canchero,
puso su granito de arena. -Habría
que llamar a don Pancho, como la vez pasada. -¿El
manosanta? -Yes
–dijo el interlocutor, ya medio norteamericanizado tras visitar Miami,
volando en el Tango 02. Que
el Tango 01 no podía salir del país, por un embargo. -Gracias
por tu consejo, Cachito, llamen al jefe de Ceremonial para que se ponga al
habla. Poco
después, aterrizaba un helicóptero militar en la casa de gobierno. -Ha
llegado don Pancho Sierra- anunció el edecán naval. -Hagalón
pasar -dispuso el líder. Los
presentes se retiraron del despacho, porque estas cosas había que
tratarlas con reserva. Ansiosos también por seguir jugando al truco o
terminar de ver alguna película en el video, que sin distracción, la
jornada laboral es un chorizo. -Yo
no sé qué le pasa a la yegua ésa –dijo el presi-
Le conté unos chistes verdes, le ofrecí la cometa de siempre, la
invité a Mar del Plata con la familia, pero nada. Ella meta hablar de lo
que le alcagüeteó la barra de desgraciados que vino acá a espiarnos.
Los auditores externos, que le dicen -¿No
los adornaron, presidente? –preguntó don Pancho. -Les
pasamos el sobre, pero eran tan garcas, que salieron con que no recibían
patacones, y se armó la podrida. -Eso
fue un error, acá ni los linyeras quieren recibir patacones. Dicen que es
merca para el clavo del servicio, nada más. -Exageran.
Son las mentiras de la contra, que tienen al pueblo así. -La
interna del partido cayó muy mal. -¡Sea
práctico, hombre! Alguna matufia siempre hay que hacer para beneficiar al
pueblo, como enseñaba mi general. De ese fato prefiero no hablar más.
Ahora, ayúdeme con el Fondo Monetario, che, que para éso lo mandé
llamar. -Solamente
un milagro puede salvarnos. -Así
dice la Krueger, pero ni los santos me dan pelota, de tanto que mangueamos,
ya. -Entonces
negociaremos con la Difunta Correa. -¿Es
posible éso? -Yo
tengo un colega que anda en relaciones con ella, dado su amplio
conocimiento del más allá. -¡Gaucho
viejo y peludo, don Panchito!
–dijo el presidente- Yo sabía que Vd. me iba a sacar de este quilombo.
Llámeme en cuanto le contesten, que me paso de vueltas por cerrarles la
boca a esos gringos de mierda. Al
día siguiente sonó el teléfono. -Le
arregla el fato por cinco palos, jefe. -¿Acepta
patacones? -Este
es un hombre práctico. Chapa cualquier cosa, con tal que sea rápido. -Llamo
a la imprenta, y cuando tenga el toco, le aviso. Pocas
horas después, un camión blindado dejaba su carga en Villa Martelli.
Donde lo recibieron el presidente, don Pancho Sierra, tres secretarios, y
un santo varón vestido con túnica
blanca, que se sentaba en un sitial entre botellas de agua. La estancia
estaba profusamente decorada con signos del culto. Más que nada retratos
de la Difunta, dando de mamar a su niño en medio del desierto, como enseña
la tradición. Sin que faltaran por
ello alguna lechuza, ni la bola de cristal. Y el negocio se llevó a cabo.
Eso si, sin recibo, por los impuestos. Las visitas dejaron
la limosna convenida, encargándose el santón de tramitar el
milagro. Al
día siguiente llegó un e-mail de Washington: “¡Vengan
a cobrar, muchachos que ya aprobamos la carta de intención! Saludos a la
familia. Firmado: La barra del FMI” -¡Te portaste, Difunta!¡Viva el F.M.I.! –gritaba el presidente. Así demostró que cuando ocurre algún milagro, puede resolver con solvencia los problemas del país.
THE END Copyright: John Argerich, 2002 La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor: La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.
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