Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad
| |
El Amasijo La
Columna de John Argerich PAISAJES
DE CATAMARCA
(Donde
se habla de un proyecto lindo, como mañanita en
las montañas) Hace
unos días mostraban por la tele el despiole que se armó cuando los
muchachos catamarqueños quemaron las urnas en que la gente iba a votar.
Bronca de la feligresía afín a un candidato al palacio de gobierno, que
fue rechazado por la justicia invocando razones más bien técnicas. Cosas
del federalismo, que hinchan los quinotos, en un lugar maltratado por la
suerte. Pero vamos al grano, que nos leen muchos foráneos, y a esta
altura no pescan ni cinco. Catamarca es una provincia de cuarta, en un país
del tercer mundo llamado Argentina. Ese que aparece donde se acaba Sudamérica.
Y en dicho páramo no hay laburo, con un clima
extremo, oscilando las temperaturas desde valores africanos hasta
el tornillo subpolar, cuando llega julio. No cae una gota de agua, faltan
viviendas, y parar la olla cuesta un ojo de la cara. Para colmo, su
entorno político está dominado por la mafia, igual que Chicago con Al
Capone, pero sin un mango, lo que la hace mucho peor. Y si vamos a verlo
con óptica internacional, el lugarcito parece una mestura de Somalía con Haití. ¡Pobres toñas! Porque también hay
gente linda allá, como me consta por
haber estado de visita cierta vuelta. Y se lo voy a contar, aunque mis
observaciones sean medio bizcochas, lo que aclaro porque nunca falta algún
púa, que te acusa de escribir de oreja. Hace veinticinco pirulos que
estoy garroneando la existencia en el polo norte, che. Pero siempre
recuerdo ese cantito que coreaban los catamarqueños, cada vez que tenían
una guitarra a mano. Las pocas estrofas, seguramente incompletas, que
vuelven a mi mente, decían así: ¡Desde
la cuesta del Portezuelo, mirando
abajo, parece un sueño! Un
ranchito aquí, otro más allá, y
un camino largo, que baja y se pierde. Hay
un ranchito junto al camino, y
bajo un tala, durmiendo un perro. El
rebenque aquí, el recado allá, y
una majadita viniendo del cerro… ¿Lindo, no? Por eso me entraron ganas de averiguar cómo se veía la situación desde el ojo del huracán, y lo llamé por teléfono al Mono Torres. Un chango amigo, del que no tenía noticas desde hace mucho. -¿Hablo
con la Argentina? -No…
¡Si vai hablar con Nueva York! –dijo el salame. -¿Qué
decís, pichón? Habla el Yoncito. -Bienaventurados
los oídos que te escuchan, cofla, que si fuera solamente por
tu obra literaria, pocas
ganas de entablar conversa, me vienen. ¿Pa’ qué llamaste, negro, con
el huevazo que cuesta el chiste? Yo
le dije que llamaba por nostalgia, nada más, pues a pesar de que ésa no
es mi provincia, el cantito se me había pegado al balero. -¡Vos
siempre con excentricidades, che! Le contesté que viviendo aquí, la llamada no salía gran cosa, y, como es tradición, el loco enseguida empezó a batirla con la economía. Que allá se están cagando de hambre. Que no se puede siquiera tomar vino. Que en vez de asado, yantan mortadela con ensalada de soja. ¡Qué sé yo, cuánta malaria! -Pero
tenés el paisaje, que se puede mirar gratis –contesté, por darle un
poco de ánimo. -¿Qué
paisaje? ¡Largá la precisa, largá! Y
yo me acordaba del cantito famoso, así que enseguida encontré argumentos. -¡La
cuesta del Portezuelo! –dije. -¿Y
qué ves desde la cuesta ésa? -Vos
lo sabrás mejor, que estás allá. -Puras
villas miseria, hasta la frontera con Chile. ¿No
estarás exagerando un cacho? -A
lo mejor se acaban una legua antes, pero el paisaje te saca las ganas de
ir a averiguarlo. -¿Y
los ranchos pipí-cucú de que hablaba la canción? -Se
vinieron abajo, por falta de mantenimiento. -¿Y
el camino largo, que baja y se pierde, tan bonito, che? -Lo
rompieron todo para hacer una autopista, pero después hubo que parar
la obra por falta de fondos, se llenó de yuyos y ahora sirve para
tirar basura, nomás. -¿Y
el buen perro, durmiendo al lado del ranchito, tampoco está más? -Lo
vendieron pa’ morfar. -¿Cómo,
pa’ morfar? ¿No tenían la majadita bajando del cero, que les diera
carne y leche, acaso? -Esa
se la habían morfado los cuatreros. Y cuando ya no quedaba más ni una
oveja, empezaron a mirar al perro con cara de hambre, así que el dueño
lo llevó a la feria, para liquidarlo por lo que le dieran. Hasta ayercito
quedaban el rebenque y el recado, pero a la final se los afanaron unos
franceses que andaban buscando campo pa’ criar liebres. ¡No se puede
confiar en nadie! Cosas de la vida, che. -La
mano viene bruta. Pero con un poco de suerte, las cosas van a cambiar. -No tengas ninguna duda –repuso el Mono. Entonces escuché el proyecto más progresista de que había tenido noticia hasta el momento, inspirado por el candidato que no fué. Conocedor, el hombre, según parece. A la voz de ”áhura”, todos los habitantes de la provincia debían declararse en huelga, armar piquetes para cortar las rutas, hacer agujeros en las pistas de los aeropuertos, y arrancar los cables del teléfono. En cuarenta y ocho horas la vida económica quedaría interrumpida, y entonces era el momento de tomar los cuarteles de la policía, la casa de gobierno, los supermercados, y la catedral. Ya vendrían solitos los patrones después, a ofrecer aumento de sueldos y laburo para todos. -¡Qué
buen proyecto! –dije, por decir algo. -Y
cuando tengamos la provincia bajo control, se llama
a elecciones con urnas electrónicas bien programadas, así gana
nuestro líder. -¿Pero
no fue por un problema electoral del candidato, que se armó la gorda hace
unos días? -¡Claro! Fijáte las pretensiones de la justicia vendepatria… ¡Que el futuro gobernador tuviera residencia en la provincia! -¿No
lo establece la constitución? -Eso
es un detalle, nomás. ”Hecha la ley, hecha la
trampa”, che. -¿Y
qué línea económica van a seguir, cuando tomen el poder? -¿Para
qué vas a hacerte mala sangre con éso? El asunto es arreglar las cosas,
para vivir sin laburar. -Si
nadie trabaja más, Catamarca se funde. -¡No
hay que ser más papista que el papa, viejo! Yo digo que no trabajemos
nosotros, los que estamos en la pomada. El resto a cinchar como siempre.
¿A dónde iríamos a parar, si no, ha dicho el FMI? -No
sé…–dije yo, con ciertas dificultades para seguir el argumento. -Llamáme
otro día, y te cuento más. -Vamos
a ver qué pasa... -Mirá
loco, fue un gustazo charlar con vos. Cuando agarremos la manija, le pido
al jefe que me nombre representante comercial de Catamarca en Malmö.
Así voy a visitarte
propiamente en persona, con la jermu y los nenes.. Yo
me despedí un poco despistado, con tantas novedades, pero el que viene de
un país en joda, no se sorprende más. Pasaron unos días, y ya me había
olvidado de la charla. Así que el sábado noche andaba tranqui, y prendí
la tele por si mostraban alguna película con minas papusotas. Pero nada,
así que después de navegar por todo el menú, frené en Canal 1, donde
dan noticias a las 21:30. -Y
ahora vamos a lo ocurrido en el exterior…-dijo un señor con corbata
azul, camisa roja a cuadritos, y saco amarillo. Primero
mostraron a Bush puteándolo a Saddam, y despues mostraron a Saddam puteándolo
a Bush. Nada novedoso, vista el carácter de figurita repetida, que han
tomado las relaciones internacionales. Después aparecieron unos científicos
chinos, que acababan de encontrar un remedio contra la calvicie. Por fin,
noticias del tercer mundo. Inundaciones en la India, gripe asiática en
Pakistán. Y… ¿de qué está hablando este tipo ahora? -¡Argentina
otra vez en la noticia! –decía el sueco- Disturbios en la provincia de
Katamárk. Y
vi gente corriendo por la calle, con
urnas bajo del brazo. Otros que las pisoteaban, y los más decididos
prendiéndoles fuego. La historia se repite. Entre ellos había una cara
conocida, el Mono Torres. De pronto el zoom lo enfocó, mientras el
locutor decía: -Ha
tenido lugar un cambio de gobierno, y no habrá más elecciones hasta que
se modifique la constitución, así triunfa el líder reformista. Aquí
vemos al nuevo ministro de Comercio Internacional de la Provincia,
celebrando la victoria. Pronto
voy a tener huéspedes en mi casa. ¿Qué me dicen, ahora? ¿Dios era
argentino, o no?
THE END Copyright: John Argerich, 2003 La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor: La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.
****************************************************** G Comienzo © Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad |