Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad
| |
El Amasijo La
Columna de John Argerich LA PEDRADA EN EL OJO TUERTO(Donde
se habla de la tensión internacional) Por: John Argerich Yo
tenía un amigo que en la barra le decían el Firulete, apellidado
Giampasta, como el papá. Un toña de mi flor, salvo una que otra
mishiadura, como tenemos todos. Nada peligroso, la verdad. Y una vuelta íbamos
en tren de garufa por Avenida Gaona, caminando sin rumbo fijo, sólo para
vichar las minas, que cuando llega el verano se ponen para matar. Pero eso
estaba peor que un viaje a Mar del Plata en burro. Nada más que escrachos,
vea. Y ya andábamos con ganas de tirar la toalla, cuando el destino nos
mostró que por más que te hinche los quinotos,
ningún mal dura cien años. De repente se cruzó por la mira un
bruto ejemplar del sexo opuesto, con melena suelta, polleras cortonas y
andar tridimensional. ¿Para qué les voy a contar? El Firulete se puso
como leche hervida, de tanta emoción, se puso. Y no era cosa de pensarlo
mucho, que en esta ciudad por cada minón hay veinte grasas. Así que salió
al raje, no lo fueran a madrugar. Le hizo la pasadita habitual para
junarla de proa, que si no cualquier levante es peligroso, y
cuando se prendió la luz verde, dijo a quemarropa el discurso
aprendido de nuestros mayores. -Seré
curioso, ¿va sola, princesa? Ella
puso cara de enojada, y contestó: -¡Me
compromete, joven! -Vos
también me comprometés, pero a mi no me importa –retrucó el Firulete,
que era un cara rota de primera, desde el día que nació. Después
vino una discusión medio pesada sobre quién era el comprometido y quién
el comprometedor. Configuración de roles, que le dicen. Pero sea como
fuere, el hielo ya se había roto, y ella empezó a caminar más despacito.
Hasta que Giampasta creyó oportuno plantar bandera sobre tierra
conquistada. Y con la soltura de cuerpo que lo caracterizaba, se jugó
entero a ganador. -Te
invito a tomar un feca, así charlamos. -Bueno,
pero que sea rápido, porque me están esperando. Por
suerte el barrio estaba lleno de piringundines. Entraron en uno, y tomaron
asiento frente a una mesa al lado de la finestra. -¿Vivís
por acá cerca? -No,
chico, soy turista, y he viajado a la Argentina para aprovechar el dólar
a 3,30, como hace todo el mundo. -¿De
qué país venís, que me llamaste “chico”, como los toñas que cantan
boleros”. ¿Serás gallega, capaz? -Los
gallegos no cantan boleros sino jotas y muñeiras. Yo vengo del Caribe,
que es más lindo y queda mucho más cerca. -No
te puedo… -¡Puédeme,
que es la pura, hombre! -¿Vivís
en Costa Rica? -No. -¿En
Cuba, capaz? -Tampoco. -¿En
Chile? -Chile
no está en el Caribe, ni tendrían interés de estar, oye. Porque después
de meterse en la NAFTA, piensan que se volvieron norteamericanos. -Entonces
no sé… -¿Te
das por vencido?. -Ma
sí… ¿De donde venís? ¡Batíla! Se
produjeron unos instantes de suspenso, y ella lo miró con una sonrisa
como para derretir los glaciares patagónicos. Después se pasó la mano
por el pelo ondulado, y tran un instante de suspenso, dijo: -Soy
venezolana. -¡Cruz
diablo, con la goleada que le hicieron
el otro día al equipo nacional! –saltó medio confundido el
Firulete, todavía bajo los efectos traumáticos de ese doloroso traspié
para los colores de la patria. -El
fútbol es ingrato, darling, y cuando menos lo esperas, se viene abajo la
estantería. Pero no nos vayas a juzgar mal por eso, que en mi país
estamos tratando de hacer muchas cosas lindas, también. -Los
diarios cuentan bien poco… -Si,
claro. Es más vendedor tener a la gente en vilo, hablando de las campañas
militares con que sueña
el loquito de George Bush. Como las películas de pistoleros en capítulos,
que dan por la tele. -¡Qué
berretín tiene ese tipo en el balero, che! -Perder
tiempo y recursos, con tanta necesidad que hay en el mundo… ¡Ya ves el
giro a la izquierda que está ocurriendo en América Latina! En cada país
donde hay elecciones ganan los socialistas. Y espera nomás a ver qué
pasa en la Argentina, con el interés que está despertando la
socialdemocracia. -Pero
con tanto egoísmo que hay por todas partes, un cambio como el que estás
diciendo, no parece nada fácil. -¡Qué
va a ser fácil! –dijo ella- Mira el viacrucis que está viviendo mi
tierra. -Una
opereta más bien. -Tienes
razón. Elegimos presidente, le hacen una revolución dirigida por
Yanquilandia, a los tres días viene una contrarevuelta, y los rebeldes
salen disparando como ratas. Después la justicia dice que la revolución
no fue una revolución sino un
revoltijo. Que mejor olvidarse del asunto, porque al fin y al cabo
no quemaron el país, y el show salió casi gratis. Que se queden
tranquilos comiendo aguacate. ¡Ya ves qué argumentos, para no meter
preso a nadie! Esas no son razones, sino pura cáscara, como decimos allá. -Yo
creo que la huelga actual también es sospechosa. -La
encargó el gringo junto con sus amigos. Creían que el país se venía
abajo en una semana. Pero no fue así, y ahora andan diciendo que la
huelga no es huelga porque el gobierno no les hace caso y sigue tan
tranquilo como siempre. -¿Primero
la revolución no fue revolución, y ahora la huelga no es huelga? ¿Están
todos rayados en el Caribe, che? -Es
locura made in USA. Pero la cosa se le puso feísima al yoni, viendo que
no pasaba nada. Había pensado en mandarnos los marines, para no quedar
haciendo la plancha, como náufrago solitario, en medio del mar. Una
situación inaguantable de stress, para un ansioso que quería salirse con
la suya a cualquier precio. Se
hizo una pausa, y ella pidió otro cafecito. Con la charla, se había
olvidado de su cita. Y él ya la miraba de otro modo. Respetuoso, por las
cosas que decía. Que hoy no es fácil encontrar una naifa con tanto
conocimiento. Había engranado el pobre, así que prendió un faso, y con
los ojos entrecerrados
preguntó: -Pero
no dicen que ahora van a mandar los marines a Irak y a Corea del Norte? ¿Tendrán
tantos, para mandarles algunos también
a ustedes, che? Para mi que a Venezuela la salvó el gong. -Mira,
es como un cuento que relatan en Colombia. Había una vez un tuerto que se
peleó con unos llaneros, y se gritaban toda clase de pestes, hasta que
uno de éstos quiso poner fin al relajo. Levantó una piedra del suelo, y
se la tiró al rival. Está claro que si le hubiera dado en el ojo bueno,
lo habría dejado fuera de combate. Pero el tuerto tuvo suerte, y le dio
en el ojo malo. Entonces, acicateado por el dolor y la rabia, les metió a
los llaneros una tunda como solamente se ve en película. Y éstos huyeron
magullados, con el rabo entre las patas, para no regresar nunca más. -Yo
ya le estoy viendo cierto parecido al presidente de Venezuela, con el
tuerto ése. THE END Copyright: John Argerich, 2002 La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor: La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.
****************************************************** G Comienzo © Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad |