Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad
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El Amasijo La
Columna de John Argerich POR UN PUÑADO DE VIRUS(Donde
se habla del reportaje que no salió) Por: John Argerich En
este mundo cane, antes uno iba por la vedera silbando bajito, con aire
triunfador. ”Tutto a posto”,
hubieran dicho los nonos, en ese noble cocoliche, que fue mamucha querida
de la lunfa nacional.
-¿Va
bene, che pibe?
-¡Ma,
sí! Estamo tutti contenti, cantando lará-lará Como
vemos, eran otros tiempos.¿Y de qué ibas a quejarte? Chapabas el sueldo,
garpabas las dolorosas que llegan a fin de mes, morfabas tupido, y siempre
era fija que te quedaran unos morlacos para comprar ladrillos. Nadie se
daba cuenta, pero vivíamos en la ”edad de oro”, como se dice
actualmente. Ciencia ficción, mirándola desde la pálida contemporánea.
O sea una historia demasiado hermosa, para que ocurra en la Argentina.
Porque el horno ya no está pa’ bollos. Meta transpirar,
y cuando termina el día, apenas parás la olla. Si no te chapa la
parca haciendo dieta, como ocurre en Tucumán. Pero en vez de tirarse al
espacio fluvial, uno sigue firme en la brecha. Lo que exige cierto
comentario, a ver si me interpretan. No hacemos tanto sacrificio por
masocas, te lo juro, sino debido a esa puñeta nacional que es la
esperanza. Siempre con el berretín de ver un cachito de luz al final de
la negrura. Y tanto va el cántaro al grifo, que redepente llegó un ”veranito”,
sin avisar. Bien pensado, porque estamos en diciembre,
cuando empieza la joda de los brindis. Pero hay que
hablar clarete. No para celebrar
la canícula, que casi más te deja en la lona. Es por solidaridad,
que uno chupa. Y el berretín de que ”donde hay vida hay esperanza”,
se refleja en la parla de mi ciudad. -¿Qué
decís, pebete? -Hoy
se morfó en mi casa, así que voy tirando, che… ”Dejamos
de hundirnos”, dicen los diarios, en primera plana. Pero cuando estás
por disfrutar la noticia, viene siempre un fúlmine, a batir algún fato
desgraciado, como ese bolonqui de la redolarización. A ver si pescan: ¡Arruinarte
el asado con un poyo de mi flor! De puro garca , el infeliz. Y
tu pena lo estimula a meter otra cucharada de cianuro. -¿Pensaste
en lo que nos depara el futuro, cuando refresque?
-te la zampa- Usá el coco sin jabón, si sos capaz. Te la bato con
pleno conocimiento, que el diablo sabe por viejo, y yo no pasé los
cuarenta papando moscas, che. -¡La
perica…! –dije yo- Eso no lo barrunta ni Cristo, a
pesar de las buenas relaciones que tiene en el más allá. -Hay
que estar en la pomada –repuso el crápula- Porque si dejás la catrera
medio orsái, y se cruza un falta envido en tu camino, sonás como arpa
vieja, sonás. Hecho un
escracho que ni pa’ letra ’e tango sirve. ¡Y hasta el otro carnaval! La
charla se ponía espesa, y yo cada vez más depre. -Así
es la vida… -comentó un descuidista con facha de viernes santo, llamado
el Rulo Falzetti, mientras saboreaba despacito su segundo feca de la noche.
Más
seco que lengua de loro el muy torra desde el propio día en que nació,
me han dicho. Y por vocación profesional,
jugaba con un pucho entre los dedos, mientras iba semblanteando a
la concurrencia. Por si caía algún gil o empezaba a llover sopa, un
decir. Yo hice una carambola en el billar, y después de pensar si la seguía,
sentí el llamado del colchón, porque era tarde. Apoyé el taco contra la
mesa, y miré alrededor, antes de tomarme el pire. Estaba aburrido de
tanto hablar boludeces, dicho sea sin despreciar. Después vino el ritual
de siempre. Garpé mi birra, y les dije chau a los pendes. Sin ganas de
seguir más, con la mufa que me metieron los pensamientos del fúlmine.
Entonces miré el almanaque, y en el coco me empezó a sonar la alarma.
Como si una fe de erratas cruzara a cien la pensadora. Casi fin de año, y
yo tranqui por la vida, como un gil. Tenía que cranear urgente una
piolada para ponerme las botas, antes de que fuera tarde. Y pensé que lo
más lógico era probar vía internet, que hoy viene a ser la onda más
rana que hay. Porque, dicho
sin despreciar, yo aspiro a un puestito honroso en el mundo de las letras.
En cuya virtud, no les sorprenderá lo que ocurrió después. Estaba meta
consumir los sesos, cuando lo ví al Falzetti sentado solo, mirando por la
finestra. No hacían falta muchas luces para manyar que ahí estaba la
oportunidad que podía cambiar mi vida. O sea una onda doradita para pasar
al frente, porque hoy día es necesario
promocionarse para que a uno le dan bola. Y ahí estaba ese salame,
en plan de descanso incentivado, sin la más puta idea de para dónde
agarrar. No era cosa de pensarlo mucho. Le iba a pedir que me hiciera un
reportaje, y dada la pinta de intelectual que viste, podía ser con foto y todo. Porque la gente se traga cualquier
boleto, y siempre enganchás algun
alma de buena voluntad que lo publique. -¿Estás
ocupado, che? –le dije. -Por
el momento, no… -Tengo
un laburito, para vos. -Si
no requiere mucho esfuerzo, lo podemos discutir. -Yo
escribo la maravilla que es mi obra literaria, y lo mandamos a los medios
con tu firma, a ver si se la tragan. -A
mi no me conoce nadie, che… -A
mí tampoco. La cosa es impresionar con un buen boleto. Después los
clientes caen solos, igualito que en la tevé. Entonces
le pedí al mozo que nos sacara una foto con mi cámara Polaroid. ¡Y
vieran la facha de personajes que teníamos los dos! Después me fui a
casa a escribir. Porque el coco me batía historias heroicas. Parte
tomadas de Alejandro Dumas. El resto, retazos de la vida del Che. Y mezclándolo,
salió una especia de D’Artagnan criollo, medio discutible, pero
que quedaba rebien. La compu
echaba humo de tanta leña, pero a la final, el relato quedó diez puntos.
Yo revelaba por fin mi identidad. Un héroe revolucionario, con dejos de
amante latino. Veloz para sacar el chumbo, y una joya para hacer trizas
los corazones de tanta suequita que quiere aprender arrumacos en español.
O sea, al mejor estilo spaghetti western, como dicen los que saben inglés.
Puse mi foto abrazado con Falzetti, y
le metí al artículo un título vendedor: ”Entre la espada y la pluma,
historia de una pasión”. -¿Qué
te parece mi biografía, che? –inquirí después a una naifa conocida ,
que adora las cintas de pistoleros. Leyó
el texto con curiosidad, porque los detalles no coincidían bien con el
curriculum que había oído hasta entonces, y a la final, recibí una
respuesta que me dejó durañona. -¿De
dónde sacaste mesejante colección de globos? -Te
juro que es la pura, che! Pero
con las hembras es al cuéte discutir. Así que le dí el raje, y después
me puse a dar los toques maestros a la obra que iba a lanzarme al mundo de
la gloria internacional. Armé un archivo ”word”, hice una copia de
corrección, porque no me gusta garabatear en pantalla, y cuando el
reportaje estuvo concluído, empecé a pensar a quién mandárselo. Elegir
destino fue difícil, porque pocos medios te dan calce sin recomendación.
Pero buenos también los hay, asi que ¿para qué pensarlo más? Activé
el correo electrónico, metí el nombre del destinatario, le puse un par
de güevadas como atenta nota de entrega, traje el archivo, y pinché el
botón de salida. Lo que ocurrió después es difícil de creer. ”¡Brrrr…!”
–hizo la computadora, y empezaron
a prenderse y apagarse luces por toda la pantalla. En el acto apareció un mensaje bilingüe: ”Vd tiene un virus –decía- y para borrarlo, debe eliminar su programa de correo electrónico. Si no lo hace, luego de catorce días, la compu no le va a servir ni como pisapapel. Avise a todas sus minas y conocidos que tenga en la libreta de direcciones, para que ellos también eliminen este peligroso programa. Así no deberán preocuparse nunca más por los problemas de internet. Saludos, y buena suerte”. Yo
pisé el palito como un gil, porque al rato los cumpas me batieron que
todo era una matufia para hinchar la pacencia, nada más. Pero me quedé
sin e-mail, y el artículo de
mis esperanzas se fue a un agujero negro cibernético, con foto y todo.
Será por eso que aún la fama me sigue esquivando. Pero dejen nomás que
junte un sope para arreglar la compu, y ahora que conozco el mecanismo,
les mando una entrevista cada diez días. Medias trucholis, capaz, pero
nada se pierde si no dan resultado. Siempre puedo hacer una copia, para
fregársela en la jeta a los grasas del café. THE END Copyright: John Argerich, 2002 La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor: La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.
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