Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad
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El Amasijo La
Columna de John Argerich LA VUELTA DE LA TORTILLA(Donde
se habla de comercio y libertad) Por:
John Argerich (corresponsal de guerra)
Cuando llegamos a Bagdad, la suerte estaba echada. Nuestro líder seguía meta mandar pertrechos bélicos. O sea soldados, cañones, tanques, bombas, fusiles, garrotes, aeroplanos, barcos de guerra, minas antipersonal, hunvees, tanques Abrams, vehículos de combate Bradley, y qué sé yo. Todo lo necesario para darles a estos nativos de mierda una biaba como no pensaron nunca. Fíjese Vd. que en vez de rendirse cuando cruzamos la frontera, se les metió en el balero hacer frente a un ejército de ciencia ficción. Con armas inteligentes, robots sensibles, aviones no tripulados y caballería aerotransportada. Una cosa que no entiendo bien, porque caballería sin caballos, es como hablar de submarinos para combate terrestre, pero la guerra es así, y ha traído muchos neologismos a los que uno debe habituarse.-A Joe Morales le volaron la zabeca de un chumbazo –dijo un latino, con sospechosa vocalización lunfarda.-Pero
fue fuego amigo, manito. -¡Qué
consuelo pa’ los deudos, che! -Si, claro…Y como decíamos antes, la insensata resistencia enemiga frenó un cachito el avance arrasador de las columnas libertadoras. Que se quedaron empantanadas en medio del desierto, con un calor de órdago. Causa por la cual algunos de sus miembros más destacados pensaron en coimear al enemigo para tomarse el bondi. Porque un puñado de dólares compra cualquier conciencia, vea. Acuérdense de lo que decía en mi parte de guerra anterior.-¿Qué hacer? -se preguntaron, alarmados, los comandantes yankis.Y entonces a un capo se le prendió la lamparita, tomando la decisión que llevaría al triunfo. Repartieron latas de espinaca a razón de una por barba. Para que diera fuerzas a la tropa, como enseñó Popeye, el marinero. Aquellas se llenaron de pasión guerrera, y los rivales mordieron el polvo, a pesar del pronóstico que hacía la prensa amarilla. Pero en este mundo el heroísmo tiene su precio. Y lamentablemente, tuvimos seis muertos en combate, a pesar del blindaje de tres pulgadas de espesor que llevan los transportes de tropas. Deben haber aprendido a tirar en Estados Unidos esos hijos de puta, para dar en el blanco con tanta limpieza. Sensibles pérdidas, que oscurecen nuestra dicha por haber matado 16.753 enemigos, con sus familias completas. Pero sin contar gatos, canarios, ni animales de compañía, que son siempre “daño colateral”.-¡Pobrecitas las mascotas! –dijo un marine, nativo de Glenndale, Texas, mientras se enjugaba furtivamente una lágrima.-Habría que hacerles un funeral… -repuso el capellán, frustrado por no poder brindar ese servicio a los dueños, unos musulmanes más fanáticos que el Profeta.Y
mientras yo meditaba sobre tales cuestiones, el sargento que manejaba el
hunvee gritó: -¡Bagdad
a la vista! Miré por una rendija, y ví unos edificios grandísimos. Después prendí la radio, para ver si la CNN confirmaba lo que tenía delante de los ojos, pues nunca se sabe si puede ser un espejismo. Y mejor no creer nada que no sea confirmado por las agencias noticiosas serias. Pero no había ninguna voz conocida en el éter, sino alguien que hablaba en árabe. Le pregunté al intérprete de qué se trataba, y éste dijo que era el Ministro de Información, dando su noticiario matinal. -¡Hemos
derrotado a esos cobardes e infieles mercenarios en todo el frente de
batalla! –decía el toña, entusiasmadísimo- Y ahora estamos pasándolos
a degüello uno por uno, como enseñaba Alí Babá. Yo
me llevé la mano al pescuezo, para comprobar si el mismo seguía en su
sitio, y después miré el gañote de mis compañeros de viaje. Pero como
no encontré novedades dignas de comentario, supuse que las noticias eran
medio exageradas. La guerra de nervios, que le dicen, para ver si el otro
se agarra un juijui padre, y raja. Uno no puede creer todo lo que escucha,
salvo que venga de buena fuente. ”Bum,
bum, bum”, hacían los cañones de nuestra artillería pesada, dejando
unos cráteres como canchas de fútbol. ”Ratatatatata”,
contestaban las ametralladoras Kalachnikoff. ¡Pobres giles! Entonces
vimos un grupo de ñatos con turbante, llevando un carrito lleno de
muebles. Uno se acercó al hunvee y dijo: -¿Quiere
comprar barato, baisano? -¿Qué
vende? –preguntó el fotógrafo de Time. -Alfombras,
escritorios, pistolas, ventanas, jarabe para la tos, un florero, libros de
religión y fotos de Saddam cuando era presidente. La
noticia nos dejó sorprendidos, pues nadie esperaba un desenlace tan rápido. ”Cayó
el gobierno iraquí” escribió un reporter de la BBC en su computadora
portátil, y apretó el botón que lanzaba la noticia al mundo, vía satélite. -Si
necesita descontarlo como gasto de viaje, doy recibo –prosiguió el
vendedor- Las pistolas tienen grantía por un año, y acepto tarjeta de
Visa. No
sé si hubo negocio o no, porque al ratito nomás toda la calle estaba
llena de gente cargada de cosas, intentando venderlas. Computadoras,
televisores, un radiador de calefacción que poco sirve con el bruto lorca
que hace acá, colchones, y más que nada, alfombras. Caída la dictadura,
celebraban el triunfo afanando hasta sacarse el gusto. Pero lo que más me
llamó la atención fue ver a unos tipos con pantalones verdes caki que
gritaban ”¡Viva Bush!” La vuelta de la tortilla, che, que perdedor no
quiere ser nadie. -Hoy
dormiremos en un palacio presidencial –dijo el guía, que nos había
asignado la superioridad. Así
que seguimos la marcha, sorteando vehículos reventados a tiros, cadáveres
apilados en las cunetas, edificios humeantes, y hordas de ladrones, hasta
llegar al río Tigris. -¡Qué
hermoso paisaje! –comentó un cabo, endurecido por la campaña. Pero
en pleno campo de batalla, nunca se sabe si el diálogo va a ser largo. -Stop!
–gritaron desde una barricada. Por
suerte, eran americanos. Lo que se vió enseguida, porque mascaban chicle. -¡Somos
periodistas! –grité. Entonces
apareció entre los escombros un soldado medio roñoso, pero pintón, como
en las películas. -¿Cómo
se llama el hijo de Madonna? –dijo, por todo trámite, para verificar
culturalmente nuestra identidad. Un
corresponsal debe haber dado la respuesta correcta, porque el tipo se puso
el rifle a la espalda, ofreciéndonos cigarrillos. Menos mal que el colega
no se equivocó, con las ganas de gatillar, que tenía ese loco. -¡Felices
pascuas! –dijo por fin, mientras escupía un tabaquito de mascar, como
hacen los héroes. Poniéndose de costado, para que pudiéramos pasar.
A
pocos metros había otro retén. -Dodgers
o Yankees? –dijo un petizo con cara de pocas pulgas. Pero
ya estábamos en la pomada, y entre los periodistas americanos nunca falta
un conocedor del deporte nacional. Así es que tras la respuesta salvadora
y diez dólares de propina, los soldados nos dejaron entrar al edificio.
Lo que vino después es historia. ¡Mamma mía! Yo nunca en la vida había
visto un bulincito igual. Pisos de mármol, paredes con incrustaciones de
oro, inodoros musicales, muebles franceses, piscina, jacuzzi, y la mar en
bote. El Saddam ése será medio crápula, como dicen, pero sabía vivir.
Recorrimos varias piezas puestas con tutti, y a la final, un teniente dijo
que podíamos apolillar lejos de la ventana. Yo lo interpreté como una
medida de seguridad, dada la resistencia que ponen estos boludos, pero el
misterio de la milanesa, es que me equivoqué fierazo. -Cover
the window! –gritó un negrito con la cara pintada de camuflaje banco,
para disimular un poco, supongo. Y
los infantes de marina se abalanzaron en tropel sobre la ventana. Esta se
abrió despacito, y aparecieron varias figuras, desdibujadas en la
penumbra. Una voz dijo: -Cambio
alfombra por ventilador, baisano. Habíamos
triunfado. Cayó una dictadura salvaje, y la libre empresa hacía su
entrada incontenible en Bagdad. THE END Copyright: John Argerich, 2002 La reproducción de este artículo es libre, mencionando la fuente, con aviso al autor: La serie ”El amasijo” se publica regularmente en diecinueve medios de siete países, existiendo también una versión en idioma inglés.
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