CCCCH

Comité Canadiense para Combatir los Crímenes Contra la Humanidad

 

 

Segunda Parte

El amasijo

La columna de John Argerich

PELIGROS QUE ASECHAN AL EMIGRAR
-Parte I-
(Donde se habla de Cachirulo en Nueva York)


Por: John Argerich

 

 

Introducción

En esta época horrible, cuando tantos piensan rajarse al primer mundo para paliar su amargura, hay que hacer una advertencia. No todo cuanto brilla es oro. Y apenas lean lo que le pasó al protagonista de esta historia, es fija que endosan la conclusión. Mejor quedarse en el molde para salvar la Argentina, que gambetear los peligros de un incierto porvenir.

-o0o-

 

Cachirulo Vieytes era un tipo sin suerte. Y basta que le preguntaran cómo andaban las cosas, para que contestara siempre lo mismo:
-Jodido, che…
Primero no tenía un sope cortado en cuatro, como cualquier gil, pero de tanto gastar los tamangos, a la final enchufó un puestito de sereno en una obra. Parecía que hubiera resuelto sus problemas, pero entonces la jermu se le rajó con un viajante de comercio. Imposible resistir los mandatos del temperamento meridional, esas noches de invierno. Y cuando se encontraba con la barra, el diálogo era siempre igual.
-¿Cómo andás?
-Sin pegar una…
-¿Qué te sapa, hoy?
-Opiado como hongo de azotea, con tanta malaria,che…
Y después, el muy fúlmine se ponía a cantar uno de sus tangos favoritos:
"En la timba de la vida,
sos un punto sin arrastre
con el naipe salidor…" 
-¿Ni un levante, para pasar el rato, tampoco?
-¡Pobre de vos! La otra vuelta empecé a chamuyarme una naifa en el subte, y cuando quise consumar, chantó la falta.
-¿Cómo es eso?
-Era cana, la muy yegua… "¡Estás detenido!" -dijo- "Acompañáme a la seccional."
-Mala pata nomás. ¡Cuestión de romper la racha, viejo! -repuso, solidario, el cumpa interlocutor.
-¿Qué me aconsejás hacer?
-Rajáte a Nueva York, donde hay garufa para todos. ¿No vistes las series que dan por televisión?
-¿Justo ahora, que encontré laburo?
-No te hagás problema, allá se gana bien, y con lo que ahorrás en un año volvés hecho un bacán. 
-Apenas si pesco el idioma…
-De la calle 85 para arriba son todos latinos. Allá se habla menos inglés que en el Mercado de Abasto.
-Entonces, me rajo ya.
Poco después, el héroe de este relato, que como cualquier hijo de vecino, tenía unos dólares cosidos al colchón, desembarcaba sacando pecho en el aeropuerto John F. Kennedy. Y esa misma noche salió a conquistar la gran ciudad. En una de ésas, acá le daba redoblona, con laburo y hembras, después de tanto sufrir. ¡Y qué despiole era aquello! Unas curvas, unas pilchas, un estilo al caminar, como para darle cuerda al más sofaifa. Hasta que de pronto, la vista aguda de Cachirulo se cruzó con unos ojos azabaches que pedían cachascán. Lucha libre, un decir.
-¿Va sola? -preguntó, al mejor estilo porteño.
Y como allá la ley de probabilidades es distinta que entre nosotros, la cosa se dió, nomás.
-¡Ay, sí, joven! -respuso el noble ejemplar.
Fueron a un boliche, pidieron dos "bourbons on the rocks", y al ratito nuestro crédito ya estaba a punto de empezar el chape. Primero un chamuyo sottovoce en el oído, después vinieron las consabidas sonrisas, de pegajosa complicidad. Por fin, sus manos se cruzaron, y llegó el momento de explorar abajo del mostrador. Pero arribado este punto, la percanta marcaba sin dar cuartel. 
-Este no es sitio para ir al grano -dijo- Yo vivo enfrente, y si tenés un rato libre, te invito a tomar café.
A Cachirulo le pasó una imagen fugaz por el balero. La estatua de la Libertad haciendo striptease. Primero largó la antorcha, después el funye, para dejar caer luego hasta la última pilcha, quedando al descubierto todo el esplendor de su rubia desnudez. Y mientras cruzaban la calle, iba pensando "Dios salve a América", con el coco lavado de sincera convicción. Por fin, entraron al 4-A.
-¡Esperá un cachito, que voy al baño! -dijo ella.
Y él se distrajo hojeando un ejemplar de "El diario de Nueva York", hasta que la oyó salir. Pero por una de esas cosas raras que pasan en Norteamérica, había ocurrido la metamorfosis más insólita. Sus pechos prominentes estaban ahora más chatos que colinas de la pampa, y bajo esa tanga rosada se veía un bulto de sospechosa entidad.
-¡Mamma mía! -gritó Cachirulo, y girando sobre sus talones, ganó la calle al raje vivo, para salvar el invicto, como se suele decir.
-¡Volvé, precioso! -gritaban a sus espaldas, pero mejor no mirar.
Había tenido un mal comienzo en la urbe de los rascacielos, es bien cierto. Aunque con el desbole que era la vía pública, resultaba prematuro desalentarse. Si no, mireVd. alrededor… ¡La suerte con las minas, que tiene cualquier gil! Un país lo quie se dice de mi flor, porque además en todas partes había carteles ofreciendo changas. 
"Hay vacante de albañil."
"Lustrador se precisa."
"Busco mozo que hable español."
"Inicie su carrera militar, participando de las próximas invasiones"
Pero mientras esos y otros pensamientos afines le llenaban la claraboya, fue acercándose a Central Park.
-¡Huija rendija! -gritó redepente, al ver salir del elevado una pelirroja portadora de todos los megatones que hay en conserva.
Había que arremeter, no fueran a birlársela, por chaucha. Entonces se acercó con expresión de canchero, e hizo el arrime de rigor. 
-¿Va sola, nena?
Y sin duda este país estaba un kilo, porque se le volvió a dar. Ella lo miró de reojo, dedicándole una cálida sonrisa.
-Si… ¿por qué?
-Pensé que podríamos tomar un copetín.
-¡Seguro! -repuso la bella- ¿Me llevás el portafolios?
Cachirulo vio la oportunidad de anotarse un poroto, y lo tomó de sus manitos blancas. Medio pesadote el bagayo, pero todo sea por quedar bien. Así caminaron varias cuadras. Hasta que cuando estaban por llegar a un boliche, les cerraron el paso dos morochos, con la cara tapada y bufoso en mano.
-¡Dame el maletín, o te bajo! -dijo uno.
Las víctimas se miraron, mas de nada hubiera servido discutir esa orden. Y arrebatando el trofeo, los malvados pusieron pies en polvorosa. Pero las sorpresas no vienen solas. Ella había sacado una cajita del bolsillo, y mientras apretaba el botón, gritó:
-¡Tiráte al suelo!
Se produjo un fogonazo, y ambos chorros volaron por el aire, hechos compota.
-Obras son amores… -dijo la mina, como disculpándose- No pude poner la bomba en Amnesty, como quería, pero al menos sirvió para limpiar un poco tanto negro de mierda que hay en la ciudad.
Cachirulo no tuvo tiempo de contestar, porque sin recibir orden alguna del marote, sus piernas empezaron a correr. Así llegó a Columbus Circle. Y mientras esperaba la luz verde para cruzar la calle, alguien le dijo al oído con voz dulce:
-Seguime, que te conviene, extranjero…
El se dió vuelta, y vió una muchacha de hermosos ojos azules y pelo castaño claro flotando al viento, vestida con un decoro poco usual.

-o0o-

Así acaba la primera parte del relato. ¿Hallará Cachirulo amor y fortuna en Nueva York? No le adelantamos un pito, asi regresa el 1 de agosto a esta página. ¿De qué vamos a morfar, si no?

The end.

Copyright: John Argerich, 2002
La reproducción total o parcial de este artículo es libre, mencionando la fuente con noticia al autor.
john.argerich@telia.com

Segunda Parte

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